Lorena Avilés, teatro social como herramienta transformadora y sanadora
Lorena Avilés, hermana afro, residiendo actualmente en Tenerife, es una de las actrices de la obra «Las Latinas son…» que llega el próximo jueves 6 de octubre a las 20.00h en la Casa de la Cultura Saro Bolaños. Santa Lucía, Gran Canaria.
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9/28/2022


¿Cuál es tu lugar de nacimiento, de dónde te identificas?
De papá afrocubano y mamá española, nací y crecí en Madrid. Ahora bien, el hecho de nacer y crecer en un determinado lugar no es sinónimo de identificación y pertenencia, de hecho en mi trayectoria ha sido todo lo contrario.
Hoy, después de un largo proceso (aún vigente y que creo eterno) de consciencia y de trabajo sobre las heridas y dolores identificados, reconocidos, para sanarlos/as o, al menos, darles su lugar, tengo otra forma de habitar todo este gran temazo de la identidad.
Y en este sentido, esta pregunta de “¿de dónde te identificas?”, me parece “LA PREGUNTA”. Verán, de un tiempito para acá justo trato de focalizarme en la desidentificación para desde ahí, poder dar espacio a mi verdadera identidad sin límites, a esa “esencia del ser”, sea lo que sea eso. Y desde aquí, puedo decir que me identifico con mi cuerpo-territorio-hogar con todas las memorias ancestrales que en este habitan y con las diversas y profundas raíces que lo sostienen. Y es que, cuando reconozco esta verdad y la habito de forma consciente y presente, puedo identificarme y sentir que pertenezco a la tierra que piso, que es una, sea cual sea su nombre, su color, su textura y su localización geográfica.
Un detalle que me resultó muy curioso cuando lo hice consciente y que me gustaría compartiros es que, aquí, en España siempre me preguntan de dónde soy, por no hablar de las veces que han dado por hecho que soy de otro lugar diciéndome “y en tu país, cómo es tal cosa o tal otra”, y qué decir de la infancia y pre-adolescencia cargadas de “*** vete a tú país”, mientras que cuando viajé a Cuba por primera vez a conocer a mi familia (abuela, hermana, tíes, primes…), a parte de lo que eso supuso en cuanto a reconocimiento e identificación (una cosa muy grande), la gente con la que me vinculaba lo que me preguntaba era: “y cuánto tiempo hace que te fuiste de aquí”.
Y bueno, supongo que todo esto en suma hace que cada vez que viajo a Cuba, esa necesidad de identificarme, de definirme, esa crisis existencial que, a menudo, supone la identidad, desaparece.
Y ahí, simplemente soy y estoy. Pertenezco. Y esa sensación en Madrid ha sido inexistente durante mucho tiempo y aún, a día de hoy, hay momentos en los que está latente. Por todo esto, puedo decir que, para mí, Cuba es refugio que calma el dolor. Y mis raíces afrocaribeñas, afrodiaspóricas vibran muy fuerte.
¿Hace mucho que te dedicas a la interpretación? ¿Cuándo comenzaste?
En realidad es lo primero que hago en cuestiones de interpretación. A lo largo de mi vida no me he dedicado a la interpretación y actuación teatral y no tengo ningún tipo de formación en ello. Por lo tanto, puedo decir que mis comienzos en este ámbito son con este proyecto y considero importante aclarar que no me dedico a ello de manera profesional.
¿Qué es lo que más te gusta del teatro y de la actuación en directo?
Su poder transformador y sanador, social e individualmente. Concretamente el teatro social, corriente donde esta obra se enmarca.
Su carácter pedagógico y reivindicativo. El hecho de poder comunicar, mostrar, denunciar las realidades hostiles que nos atraviesan supone una gran liberación porque, a su vez, permite la responsabilización de quienes nos escuchan. Ya no hay escapatoria. Sabemos lo que hay, lo que sucede y lo que cada une haga con su parte de responsabilidad es cosa suya, pero ya no nos podemos negar la realidad.
Y es que el teatro es un acto de pura verdad. Eso es, sin duda, lo que más me gusta de él. Lo potente de la actuación en directo es el carácter ceremonioso de ello, donde actrices y público nos convertimos en una sola cosa, un solo ente. Donde la interdependencia es clave, y qué lindo reconocerse desde ahí. En comunión, porque de una forma u otra todes les que ahí estamos, compartimos una misma fe, una creencia en común. El teatro.
¿Cómo te incorporaste al elenco de la obra?
A través de una convocatoria que Camila Pinzón, la directora, compartió por redes sociales. En un primer momento me cuestioné la legitimidad que tenía a participar en la obra, pues buscaban a mujeres migrantes. Y bien es cierto que aunque yo no he experimentado el proceso migratorio, si consideraba que había un gran encuentro en cuanto a otro tipo de vivencias por el hecho de ser una mujer negra de clase trabajadora y desde ahí, fue que le escribí. Camila me invitó a asistir un domingo, que eran los días de reunión, a la sala Metáforas y en ese encuentro pude exponer mi realidad y mi motivación a participar en el proyecto. Fui tremendamente acogida y acuerpada, desde el minuto uno.
¿Qué destacarías de la obra, qué te hace vibrar?
Aissshhh!!! Destaco la obra en sí, en su plena totalidad. Vibro con cada escena, aunque yo no esté en ella. Con cada interpretación de las compañeras. Con cada palabra emitida y emoción sentida. Con la sincronía, la armonía, la confianza, el reconocimiento y valor que nos demostramos en todo momento dentro de escena y fuera de ella. Con la pasión y el amor que nos mueve para salir a mostrar(nos) y exponer(nos) en cuerpo y alma nuestra verdad, que es la verdad de muchas, con nuestros miedos e inseguridades.
Vibro con la fuerza que nos empuja a la vulnerabilidad. Porque desde la vulnerabilidad también se puede ser fuerte.
Vibro con las expresiones del público, los llanto, las respiraciones entrecortadas, aceleradas, intensas… con los silencios incomodos y con las risas nerviosas.












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